Como sabéis mi trabajo es totalmente confidencial, y por eso nunca pido testimonios de nuestras formaciones, talleres y sesiones.
Pero hoy voy a compartir este testimonio que me manda para todos vosotros Sylvia Aeschbacher, que asistió a uno de los talleres de Constelaciones Familiares. Sylvia se dedica profesionalmente a la música y es una mujer increíble. Me mandó este testimonio el 8 de Marzo día de la Mujer. Ha querido compartir su experiencia, es muy emocionante lo que descubrió.
Le estoy profundamente agradecida.
Angela Suárez
«El sábado pasado, en una constelación familiar, me tocó representar a un hombre de familia que fué abandonado por su mujer porqué ella estaba viviendo una relación amorosa con otro hombre. No sólo lo había dejado sólo, sino también se había llevado con élla la hija que tenían en común.Tengo que decir que, siendo mujer y madre, hasta entonces siempre me había parecido natural y justo que los niños se queden con la madre en el caso de separación.Sin embargo en la constelación, por primera vez me tocó experimentar los sentimientos de un padre en esta situación. Sentí rabía, dolor y una enorme impotencia. También me sentí sólo, vacío, sin apoyo, sin comprensión y sín derecho de estar con el ser que más quería en mi vida que era mi hija, en la medida que yo deseaba.Me marcó mucho experimentar todo esto, ya que yo misma en mi separación me había llevado a nuestros 4 hijos conmigo, sintiéndome en mi pleno derecho.Veo que todavía estamos lejos de la igualdad, y está bien ver todo el desequilibrio que está sufriendo el lado feminino pero también hay que ver el sufrimiento del lado masculino. Me gustaría ver la igualdad entre hombres y mujeres sín el reparto clásico de roles: hombre=maltratador/ mujer= víctima; aúnque en la mayoría de los casos lamentablemente sea así, no siempre lo es.Si queremos hombres sensibles, lo primero es reconocer y honrar a su sensibilidad.Eso es lo que he aprendido en aquella constelación y lo quería compartir con vosotr@s, esperando mucho no haber herido los sentimientos de nadie.»Sylvia Aeschbacher